Sin duda hay imágenes que impactan. Fotografías que desde el momento en que las descubres se quedan en tu mente. Las piensas, las puedes ver cuando cierras los ojos, incluso, algunas veces, sueñas con ellas. A mi esto me sucedió con una foto que vi en el Publímetro [imagen 1]. La nota que la acompañaba hablaba sobre una mujer iraní que tras ser acusada de cometer adulterio y de pasar por un juicio en su país había sido condenada a muerte, a la horca. Efectivamente la fotografía era su retrato: una mujer joven, de aproximadamente 30 años, cubriendo su pelo y su cuello por el hijab (velo árabe) pero dejando ver un rostro bello aunque inexpresivo. El pié de foto te daba su nombre: Sakineh Mohammadi Ashtiani. ¿Qué me decía a ese nombre? En realidad nada, y sin embargo ya no es sólo una mujer condenada a muerte, ahora es una persona con nombre y apellido, próxima a morir por un código cultural que nos es totalmente ajeno. Era rostro de una mujer que iba a ser ejecutada, y al saber esto, este rostro ya no me podía ser indiferente.
La experiencia que tuve con esta fotografía claramente estuvo condicionada tanto por la nota que explicaba el caso de la mujer como por el pie de página que te daba su nombre y el medio en el que se publicó (entre otros factores). Sin embargo, lo que me quedó al final de la imagen no fue el hecho de su próxima muerte, en realidad fue su gesto, su ojos y la forma en que veían a la cámara (al fotógrafo). Esto se podría explicar, en un principio, con la idea de punctum que Roland Barthes explora en su texto La chambre claire. “El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza)” . Lo que me produce la necesidad de volver a verla, de pensarla, incluso lo que me motiva a escribir sobre ella. No es únicamente una foto ilustrativa (del periódico), no me produce ningún interés por su valor cultural o formal. Mi relación con la foto va más allá, se convierte en un enigma. El punctum es lo que hace especial para mi esta fotografía, su interpretación o una reflexión en torno a ella es una consecuencia posterior.
Ahora, desconocemos quien tomo la foto o por que motivo la tomaron. Tampoco sabemos si fue tomada antes o después de que la mujer conociera su condena. No sabemos en realidad nada de la imagen, pero el periódico en el que normalmente depositamos nuestra confianza nos la muestra como un retrato auténtico de la mujer que los iraníes quieren ejecutar. Esto sin duda tiene muchos problemas, sobre todo cuando sabemos que siempre debemos ser escépticos de la fotografía. La imagen, acompañada por un pié de foto, pretende otorgarle una identidad definitiva al retrato. Sin embargo no conocemos el origen de la foto, ¿la publicó el gobierno iraní? Y si la publicó el gobierno, ¿con que propósito se eligió esta foto en particular?. Pero podemos ir más lejos, ¿quién nos asegura en realidad la mujer del retrato es Sakineh Mohammadi Ashtiani? Ninguna fuente puede ser del todo confiable, y aún así la imagen nos conmueve.
Este problema lo reflexiona también Joan Fontcuberta en su magnífico libro El beso de Judas. Para él una imagen fotográfica ya no puede ser considerada nunca como prueba o evidencia de nada pues, en primer lugar, una fotografía siempre se nos presenta descontextualizada de su origen e intención. En palabras de Fontcuberta, “la descontextualización no sólo modifica un valor de uso, sino que sobre todo pulverizaba la noción misma de que la fotografía prueba algo, el soporte de una evidencia” . Es por esto que el fotoperiodismo resulta tan controversial. La lectura que nosotros damos de las imágenes de guerra, por ejemplo, ya vienen filtradas (y por lo tanto manipuladas) por más de un medio. Incluso desde la toma de la fotografía, como bien lo nota Fontcuberta: “entre el modelo y el soporte han intervenido una serie de dispositivos operativos y tecnológicos que obedecen a dictados culturales e ideológicos” . Es aquí en donde resulta relevante el concepto de manipulación.
Si somos estrictos, podemos asegurar que toda fotografía ha pasado en algún momento por un proceso de manipulación: desde la manipulación del mensaje, que incluye la delimitación del espacio visual que se da al espectador (el reencuadre), el fotomontaje, la sobreimpresión o el retoque, hasta la manipulación del objeto (foto construida) y la manipulación de contexto. En otras palabras, desde la elección de lo que se fotografía hasta la forma en que la foto se expone es un acto de manipulación. Esto hace necesario un cambio en la visión de la fotografía como un documento, de la foto documental, a la fotografía como huella, fotografía subjetiva. La foto como documento, registro de que lo que estaba y ya no existe, que tenía un valor de verosimilitud y objetividad ya no es posible sin considerar hasta que punto la decisión de tomar una fotografía especifica a un objeto específico no implica ya una subjetividad. Esto también lo nota Philippe Dubois cuando escribe: “La fotografía ofrece al mundo una imagen determinada a la vez por el ángulo de visión elegido, por su distancia frente al objeto y por el encuadre” .
La foto de la mujer adúltera es, por lo tanto, un enigma. Sabemos que la foto es un registro de una realidad (el registro fotográfico de una persona, la huella), pero esta realidad llega a nosotros no como una verdad sino como un indicio. En otras palabras, la realidad presentada en la foto es para el espectador una ficción, pues es ajeno al referente real; sólo le queda un mensaje que se va a interpretar bajo un código distinto al del origen. Pero no por esto no podemos utilizar la imagen: podemos re-contextualizarla de nuevo. Volver a activar la imagen (como signo) bajo un nuevo significado social ; incluso dotarla de ideología. Esto es lo que sucedió como la fotografía de Sakineh Mohammadi: después de que se conoció la noticia de su sentencia por el mundo, grupos feministas y de derechos humanos fuera del país (o por lo menos son los grupos que fueron evidentes) utilizaron este retrato como se ha utilizado la fotografía del Ché Guevara en los movimientos revolucionarios, símbolo de un proyecto ideológico. Lo que significa, una dimensión de la imagen que de nuevo encuentra en el referente una realidad arbitraria.
En un texto historiográfico que realiza Philippe Dubois sobre la fotografía, El acto fotográfico, el autor propone tres momentos distintos en la concepción de realismo en la imagen fotográfica. Primero nos habla de una intención por capturar una imagen mimética de la realidad. Esta es la fotografía objetiva, la que permite mediante la verosimilitud encontrar verdad en las imágenes; la que produce íconos. El icono no es una interpretación de la realidad, es su misma imagen: si tengo la fotografía de mi abuelo podría ver la realidad de mi abuelo. Evidentemente esta concepción hoy no es operable (auque de hecho sigue operando en muchos contextos, la fotografía forense por ejemplo). Un segundo momento lo podemos encontrar en el entender la fotografía como transformación de lo real. En contra de la idea mimética, se entiende que la foto “es eminentemente codificada” en donde la codificación “desplaza la noción de realismo de su anclaje empírico hacia lo que se podría llamar el principio de una verdad interior” . Una foto, entonces, se descodifica en términos de cultura. El problema aquí sería la magnitud de las diferentes posibilidades que se podrían desprender de cada imagen, incluso dentro de una misma familia: requieres estar dentro de la misma convención en términos de significado para decodificarla.
La tercer vía de concebir la foto, por lo tanto, requería de una lectura esencial: la fotografía como huella. Lo que implica “que la imagen indicial está dotada de un valor absolutamente singular, o particular, puesto que está determinada únicamente por su referente, y sólo por éste: huella de una realidad” . Es el registro (modificado si se quiere) químico o virtual de un referente real. Un indicio que puede ser deconstruido a partir de niveles de significado, sin pretender una única descodificación. Entonces ¿cómo podríamos leer la fotografía de Sakineh Mohammadi? Primero desde su lugar en el periódico: ¿qué implica su publicación en el Publímetro, junto a la nota escrita, en el momento en que se publica? La lectura que podemos hacer de la fotografía a partir de esta pregunta me lleva a considerar lo siguiente: ¿quién la publica?, ¿desde dónde se publica?, ¿quién escribe la nota, quien la recibe?, ¿qué relevancia puede tener su exhibición?. Las preguntas pueden continuar, pero van a lo mismo: de cuantas formas podemos derrumbar su verosimilitud, dudar de todo lo que se nos de ya por hecho, por verdad. Esta es la única forma de que podamos ver la foto exenta para abordarla en diferentes perspectivas.
Buscando en Google images “mujer iraní condenada a muerte”, los resultado (en las primeras tres páginas) que contenían la fotografía que analizo en este trabajo fue de un 80%. Sin duda se trata de una imagen importante, relacionada a una noticia de relevancia mundial. Encontré, por ejemplo, cientos de carteles de protesta, de mantas, de postres, de fotografías de prensa, de reinterpretaciones, de relaciones, etc. La imagen se ha utilizado (explotado) tanto como icono de una realidad verídica por medios de comunicación como por símbolo de movimientos de protesta. Se trata entonces de una fotografía que ha resultado efectiva para generar un significativo en la sociedad. ¿Pero para que generar dicho impacto? Evidentemente las intenciones varían dependiendo del emisor, del medio y del destinatario. Al ser una huella (fotográfica) difundida en extremo por la sociedad mundial, las posibilidades de sentido se han potenciado a una escala mayúscula. Como menciona Fontcuberta, “fotografías, sonidos y textos son mensajes ambiguos el sentido final de los cuales sólo depende de la plataforma cultural, social, institucional o política en la que se encuentran insertos”. Yo incluiría también una plataforma económica: podría tomar esta fotografía, hacer playeras con su imagen impresa para la venta y comercializarlas en Palacio de Hierro. Aquí la mirada del espectador sería orientada hacia una interpretación muy distinta.
¿Qué quiero hacer con este trabajo? Desorientar la fotografía. Dejarla sola, exenta. Se que no es posible abandonar mi contexto de espectador, pero si creo posible dejar a la fotografía de la mujer condenada a muerte sin nombre, sin historia. ¿Para qué? Para entonces yo crear mi propia historia de la foto. Comenzaba este texto anunciando que la fotografía de Sakineh Mohammadi (a partir de ahora anónima y de sujeto desconocido) había causado un gran impacto en mi. Si bien un motor inicial fue la historia que relataba la dramática noticia, con lo que yo me quedé fue con un recorte de periódico, sin texto, que pegué en una libreta. Era su rostro lo que me hipnotizaba, su mirada. No me importa su verdad. En realidad no me gusta ninguna verdad. Pero si vemos a la fotografía como imagen, sólo como imagen, entonces puede tener un propósito mucho más revelador para el propio espectador.
Durante todo el curso de Historia y teoría de la fotografía vimos fotografías de autor, y me gusta el ver la fotografía a partir de autores, pero no por que les quiera comprar su discurso. Es mas bien por que se que ciertos fotógrafos producen imágenes que me atrapan, fotos que por si mismas me interesan. Aquí podríamos utilizar de nuevo el concepto de punctum de Barthes. El punctum no está nunca en el contexto del autor o de la publicación: es un elemento dentro de la imagen, de fuerza expansiva, que afecta de forma primaria mi relación con la foto. Es lo que yo, desde mi particularidad, le añado a la foto como idea, pero que ya está en ella (como elemento gráfico).
En conclusión, para no desvariar demasiado, la fotografía no se puede pensar separada de la experiencia que genera. Si bien, la entendemos como una huella en cuyos indicios podemos revelar un significado, primero está la experiencia viseral (no racional). Claro que hay infinidad de fotos que nos son indiferentes (a estas Barthes las llama fotos unitarias), pero las que no lo son tienen la posibilidad de permitirnos encontrar en ellas un significado revelador para nosotros mismos. La foto que encontré en el Publímetro (que bien pudo ser una apropiación al estilo de la intervención de Allan Kaprov en el periódico alemán Die Zeit ) fue relevante para mi por razones instintivas, pero la reflexión que de ella surgió me permitió una comprensión más sólida de lo que la fotografía significa para mi. ¡Viva la foto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario